sábado, 19 de noviembre de 2016

Ataques de Pánico y maneras de afrontarlos



Los ataques de pánico son períodos en los que el individuo sufre de una manera súbita un intenso miedo o temor con una duración variable: de minutos a horas. (Actualizado)

Los ataques o crisis de pánico generalmente aparecen de repente y pueden alcanzar su máxima intensidad en unos 10 minutos. No obstante, pueden continuar durante más tiempo si el paciente ha tenido el ataque desencadenado por una situación de la que no es o no se siente capaz de escapar.

En los ataques de pánico sin disminuición de intensidad desencadenados por una situación de la que el sujeto desea escapar, algunos individuos pueden hacer esfuerzos desesperados por intentar escapar de la situación.


La persona que sufre episodios de pánico se siente súbitamente aterrorizada sin una razón evidente para sí misma o para los demás. Durante el ataque de pánico se producen síntomas físicos muy intensos: taquicardia, dificultad para respirar, hiperventilación pulmonar, temblores o mareos, miedo de salir de la casa. Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento o lugar sin previo aviso. Durante un ataque de pánico o crisis de angustia se presenta al individuo una súbita aparición de un nivel elevado de ansiedad y excitación fisiológica sin causa aparente. La aparición de estos episodios de miedo intenso es generalmente abrupta y suele no tener un claro desencadenante. Los ataques de pánico se manifiestan como episodios que irrumpen abrupta e inesperadamente sin causa aparente y se acompañan de síntomas asociados al miedo, tales como hipertensión arterial súbita, taquicardia, dificultad respiratoria (disnea), mareos e inestabilidad, sudoración, vómitos o náuseas, síntomas todos ellos coherentes con el miedo que los provoca. Generalmente acompaña a la crisis una extrañeza del yo junto a una percepción de irrealidad y de no reconocimiento del entorno.

Los ataques de pánico no duran mucho pero son tan intensos que la persona afectada los percibe como muy prolongados. A menudo el individuo siente que está en peligro de muerte inminente y tiene una necesidad imperativa de escapar de un lugar o de una situación temida (aspecto congruente con la emoción que el sujeto está sintiendo). El hecho de no poder escapar físicamente de la situación de miedo extremo en que se encuentra el afectado acentúa sobremanera los síntomas de pánico.

A veces el fenómeno de crísis se reproduce durante el sueño.

La edad de inicio de este tipo de trastorno (entre 18 y 25 años la mayoría de los casos (según DSM y CIE) puede hacer pensar que el problema esté relacionado con la desvinculación y la autonomía personal. Al parecer, el ataque de pánico se desencadena tanto por factores externos - como afrontar una situación que produzca intranquilidad al sujeto- como por los significados que da, en su vida emocional, la persona que experimenta esas circunstancias externas.

Síntomas

En el ataque de pánico pueden presentarse uno o varios de los siguientes síntomas físicos vinculados al miedo:

- dolor en el pecho o nuca y/o taquicardias
- respiración forzada, arrítmica, apresurada y con síntomas de ahogo
- mareos
- baja temperatura en las extremidades
- náuseas o vómitos
- temblores, escalofríos, estremecimientos y hormigueo
- contracciones musculares
- sequedad en la boca y en el paladar
- sensibilidad a la luz (dilatación de pupila)
- temblores o sacudidas
- sudoración
- opresión o malestar torácico
- parestesias (sensación de hormigueo en las manos o en pies)
- escalofríos
-sensación de ahogo
-sensación de atragantamiento
-dificultades para hablar o comunicarse

En la crisis también se presentan algunos de los siguientes miedos y sensaciones:

- sensación de perder el control, miedo a perder la razón
- sensación de miedo a la muerte
- despersonalización o desrrealización (percepción de irrealidad: sentirse que uno mismo y/o el entorno no son reales)
- deseo imperativo de escapar del lugar, momento y situación en los que se produjeron las crisis

Es normal que, paradójicamente, estos episodios aparezcan en momentos de relajación del afectado, cuando la atención no está capturada por ninguna situación exterior importante. Por el contrario, el hecho de que surja un motivo externo llamativo para llamar la atención puede eliminar los síntoma.

Ataques de Pánico: Causas y Disparadores

No existe una lista específica de disparadores de ataques de pánico, debido a que ellos dependen de las características y percepciones de cada uno de nosotros. Pero podemos identificar algunas situaciones y condiciones que resultan comunes para muchas personas, como las que están aquí debajo:


Predisposiciones de largo plazo: estas pueden ser hereditarias (genéticas), aunque no en forma exclusiva. También pueden estar relacionadas a nuestra crianza, y son llamadas “factores ambientales”, tales como una visión particular del mundo que aprendimos de nuestros padres, que provocan estrés activando pensamientos y prejuicios negativos sin que siquiera sepamos el por qué de ello.

Causas biológicas: estas son: ansiedades generalizadas, desorden obsesivo-compulsivo, desórdenes de estrés post-traumático, hipoglucemia, hipertiroidismo, la enfermedad de Wilson, prolapso de la válvula mitral, feocromocitoma, perturbaciones del oído interno y la deficiencia de vitamina B: son factores biológicos, y pueden ser tratados.

Fobias 

Son estos intensos miedos que vienen de la exposición a ciertos factores.

Causas disparadoras de corto plazo: las pérdidas personales significativas, los cambios profundos en nuestra vida diaria, el consumo excesivo de cafeína, nicotina, marihuana u otros fármacos pueden ser disparadores.

Causas persistentes: pueden ser causas ambientales, pensamientos negativos constantes, tener una mala imagen de nosotros mismos, tener dudas constantes o creencias negativas, así como sentimientos retenidos o falta de asertividad.

Carencia de asertividad: cuando no tenemos agudeza en nuestros sentidos solemos tener un estilo comunicativo pasivo y evitamos la confrontación.

Medicamentos: los más habituales son la Ritalina, los antibióticos del tipo de fluoroquinolone y ciertos antidepresivos, entre otros.

Síndrome de abstinencia: tanto de sustancias legales como ilegales (drogas, alcohol, medicamentos con o sin prescripción).

Síndrome de hiperventilación: es la respiración del pecho y no del diafragma, la que causa hiperventilación y aporta demasiado dióxido de carbono a nuestra sangre, causando mareos y palpitaciones, entre otras.

Disparadores farmacológicos: causadas por ciertas sustancias químicas, tanto estimulantes como depresores (incluyendo la cafeína, anfetaminas y el alcohol entre tantos otros).

Cualquiera de estos factores puede ser suficiente para producir un ataque de pánico en alguien que hasta ese momento ha vivido libre de ellos. En algunos casos el ataque puede ser un evento único, sin ser jamás repetido, pero en otros casos pueden llegar más ataques.

Cualquiera de estos factores puede ser suficiente para producir un ataque de pánico en alguien que hasta ese momento ha vivido libre de ellos. En algunos casos el ataque puede ser un evento único, sin ser jamás repetido, pero en otros casos pueden llegar más ataques.

La "trampa" del pánico

Muchos expertos e investigadores, incluidos los doctores David Carbonell y Giorgio Nardone, describen los ataques de pánico y el trastorno de pánico como una trampa (muy eficaz) en dos ámbitos fundamentales. En primer lugar, la trampa del que sufre una crisis consiste en creer que lo que está viviendo es peligroso (es decir, surgirá un ataque al corazón, un desmayo, se perderá la razón, se perderá el control) cuando realmente un ataque de pánico no presenta ningún peligro en absoluto. En segundo lugar, los afectados caen en la trampa de hacer cualquier cosa que creen que les ayudará a evitar las crisis cuando lo que realmente hacen es empeorar los ataques de pánico. Estas actividades incluyen comportamientos de evitación, tratando de controlar los ataques de pánico, luchando contra ellos, cayendo en supersticiones y rituales para evitar ataques de pánico y conseguir autoprotección. Es decir, lo que se hace para enfrentarse a los ataques de pánico termina por perpetuarlos, en la mayor parte de los casos (Carbonell, 2004).

En la "cárcel" del pánico.

Según Georgio Nardone y Federica Cagnoni (Arezzo), una experiencia inicial, real o imaginaria, puede introducir en la mente del sujeto una nueva posibilidad de reacción perceptiva: la del temor. A partir de esa experiencia, todo lo que se lleva a cabo se hace con el fin de defenderse del peligro real o imaginario. Sin embargo, esa reacción no funciona sino que, por el contrario, se confirma aún más la amenaza, lo que empeora los efectos e induce una clásica situación de reacción de pánico, tanto en términos de la generalización del miedo en lo psíquico como en la respuesta del comportamiento.

En particular, se han identificado (Nardone, 1993, 2001) tres intentos típicos de soluciones llevadas a cabo por el sujeto:

1) evitación, 2) solicitud de ayuda y 3) intento de control.

Evitación. El efecto de evitar, de hecho, representa una afirmación para el individuo de la amenaza de la situación evitada que prepara un comportamiento de sucesivas conductas evasivas. Todo esto tiene como único efecto el incremento del temor por confirmar, pero también incrementa el escepticismo con respecto a los propios recursos, aumentando de esta manera la fobia e incluso las reacciones. De esa forma, el trastorno se hace cada vez más invalidante y limitante.

Solicitud de ayuda. Una vez que el círculo vicioso de la evasión se activa, la persona a menudo utiliza una segunda "estrategia" que resulta ser contraproducente: la solicitud de ayuda, es decir, la necesidad de estar siempre acompañado y confortado por alguien que está dispuesto a intervenir en caso de crisis y de pánico al perder el control. El efecto de esa solicitud es inicialmente el de tranquilizar a la persona afectada, pero poco a poco conduce a aumentar el miedo y sus consecuentes limitaciones. De hecho, esta posibilidad de tener a alguien o algo (una sustancia o medicamento) para intervenir rápidamente en ayuda del que sufre el temor, termina por confirmar que el afectado es incapaz de enfrentar la situación temida en primera persona y, por tanto, ser capaz de manejar las consecuencias. Incluso este proceso tiende a generalizarse y lleva a la persona a una forma grave del trastorno fóbico basado en la lógica de "ser dependiente" y no poder controlarse.

Intento de control. El control sobre el comportamiento fisiológico y sus reacciones redunda en un ciclo perceptivo-reactivo para obligar a entrar al sujeto en acción a fin de afrontar el miedo. Sin embargo, en el intento de mantener el control a toda costa sobre el propio organismo y sus funciones psiquiátricas, se experimenta una situación paradójica: la focalización de la atención en las reacciones fisiológicas (latidos del corazón, respiración, equilibrio, etc.) conduce inevitablemente a una alteración de algunas de las mismas funciones, lo que provoca un temor que, a cambio, genera más alteraciones, activando de esta forma un círculo vicioso en el que "el intento de control desemboca en una pérdida de control".


Cómo afrontar el pánico


La actitud frente al pánico.


Afrontar el pánico requiere tiempo y paciencia para redefinir las actitudes frente al miedo extremo para enfrentarse al miedo y no evitarlo.


Una de las estrategias que mejor ha funcionado consiste en la aplicación de diez reglas para afrontar una crisis de pánico:


1.- Recuerde que lo que siente no es más que la exageración de las reacciones normales al estrés.
2.- No es ni dañino ni peligroso, solo desagradable. Nada peor puede pasar.
3.- No añada pensamientos alarmantes sobre lo que está pasando y lo que podría ocurrir.
4.- Fíjese en lo que le está pasando a su cuerpo ahora, no en lo que usted teme, en su mente, que podría llegar a ocurrir después.
5.- Espere y deje que pase el temor. No luche contra él. Acéptelo.
6.- Cuando deja de pensar cosas alarmantes, el temor se extingue por sí solo.
7.- Recuerde que lo principal es aprender a afrontar el miedo, no a evitarlo. Es una gran oportunidad para progresar.
8.- Piense en el progreso que ha hecho hasta ahora, a pesar de las dificultades. Piense en lo satisfecho que estará cuando supere este momento.
9.- Cuando empiece a sentirse mejor, mire alrededor y piense lo que puede planear para hacer después.
10.- Cuando esté listo para continuar, comience despacio, en un estado de relajación. No necesita correr ni esforzarse.


W. R. Reid defiende ocho actitudes de recuperación para afrontar el pánico frente a opciones como las técnicas específicas de recuperación. Compara las ocho actitudes más habituales de los enfermos frente a actitudes que resultan más eficaces.


Actitudes habituales/Actitudes "curativas"


"No puedo permitir que nadie lo sepa"/"No me avergüenzo".
"El pánico es malo. Es el enemigo."/"¿Qué puedo aprender como estudiante del pánico?"
"Quiero evitar los síntomas."/"Quiero hacer frente a los síntomas para adquirir conocimientos."
"Tengo que descansar ahora."/"No me importa estar preocupado aquí y ahora."
"Tengo que permanecer en alerta."/"No voy a permanecer en alerta contra la ansiedad."
"Esto es una prueba."/"Esto es la práctica."
"Tengo que tener certeza de que no hay riesgos."/"Puedo tolerar la incertidumbre."
"Será mejor que esto funcione."/"No importa si no funciona".

¡ Consulta con tu médico !

Espero que te sea de ayuda este post. 


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Fuentes: 

www.wikipedia.com 
www.ataquespanico.com

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